La meditación nos plantea tres escenarios para su práctica o implementación. Para comenzar tenemos la práctica en grupo que se desarrolla generalmente en los centros de meditación y monasterios. Luego está la práctica diaria en solitario que cada practicante lleva a cabo en su casa diariamente –generalmente temprano al levantarse- y finalmente, la práctica constante en medio del escenario de la vida cotidiana.
Comenzamos por abrir nuestra mente al hecho de que la felicidad que todos buscamos no la encontramos afuera junto a otros como hemos venido pensando, sino que se trata más bien de un estado interior que puede ser logrado por todo ser humano. Seguidamente, gracias a la precisa metodología de la práctica Shámata –llamada también meditación de la tranquilidad- vemos con claridad que la causa de nuestros sufrimientos e insatisfacciones tampoco está afuera ni es responsabilidad de algo o alguien en particular, sino que más bien, son nuestros estados mentales, tendencias, emociones negativas, ideas preconcebidas, juicios de valores y etiquetas en general, los que nos llevan a vivir la vida de la manera en que lo hacemos, limitando nuestras posibilidades de llevar una existencia plena de satisfacciones y alegrías.
Siendo así, el practicante que recién se inicia asume con conciencia una actitud de renuncia. Pero ¿de qué clase de renuncia estamos hablando?
Alguien dijo una vez que si hoy es como es, es porque ayer fue como fue y que si queremos que mañana sea diferente, tenemos que comenzar a hacer algo ahora mismo. Pues bien, a menos que renunciemos a continuar alimentando nuestros patrones negativos de comportamiento, que dejemos de emitir juicios y descalificaciones de manera irresponsable, de consentirnos como si aún fuésemos niños pequeños, de vivir campantes llevándonos a todos por delante al pretender obtener la comodidad que deseamos, podremos pasar treinta años meditando –por decir poco- y no lograremos nada. Es así de simple.
De modo que comenzamos por generar la motivación de ir renunciando poco a poco a estos comportamientos negativos habituales para abrirle paso a una actitud y una manera de actuar que surgen del genuino deseo de que tanto nosotros como los demás seres podamos ser felices.